24 nov 2011

Allí estaba el ángel siempre reluciente.
Amable tomo de la mano a la dama,
quien pudo, por fin, ubicarse en sus ramas
culminando así su acción inteligente.
El ser celestial percibió en esta niña
dotes de grandeza, y sintió que era indigno
gozar privilegios que aquella debía.
Cedió ante su aura y con gesto benigno 
bajo de aquel árbol, jurando ese día,
tomar solo frutos que le correspondían.
Existen millones de fabulas grises,
(no todas culminan con vino y perdices).
Se puede jurar que no hay nada mas triste
que un ángel dejando la magia pudrirse.

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